Hay indicios de que el ritmo de la evolución tecnológica se parece más a una curva logarítmica que a una línea recta, lo que podría producir, en un corto lapso de tiempo (unos 50 años) inteligencias artificiales al menos tan poderosas como la inteligencia humana. Para que estas inteligencias no superen a la de sus creadores, es que los transhumanistas sostienen la necesidad de modificarnos a nosotros mismos. En el fondo, no es más que el temor que inspiran las maquinas como HAL9000 de “2001: Odisea Espacial”.
Por supuesto, frente a tales afirmaciones, es imposible permanecer indiferentes. Cuando uno se toma el trabajo de recoger opciones sobre el transhumanismo, se encuentra con todo un surtido de respuestas, desde la más férrea defensa a la idea de la modificación de la raza humana hasta lo que lo consideran una verdadera locura.
Aquellos que defienden la postura transhumanista sostienen que el cambio es inevitable. Citan, con frecuencia, la oposición que sufrieron las primeras maquinas a vapor por parte de los trabajadores que creían que significaban el fin del trabajo. En realidad, solo cambiarían la forma de trabajar. De la misma manera, los transhumanistas afirman que el hecho de mejorar nuestro cuerpo o nuestra mente solamente es un paso inevitable que tarde o temprano tendremos que dar.
En la vereda de enfrente también hay una gran cantidad de motivos por lo que esto no debe hacerse. Hay motivos ligados a la religión, como por ejemplo el hecho de que como el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, cualquier modificación que sobre este se haga significaría alejarse de Dios. También hay algunos argumentos más terrenales, como el peligro que supone para la tecnología actual el andar trasteando con nuestro sistema nervioso central o nuestra maquinaria celular, por ejemplo. El hecho de modificar la forma en que envejecemos implicaría “jugar” directamente con nuestros genes, y a pesar de todos los avances que la ingeniería genética tiene para ofrecer, aún es demasiado pronto para poner en práctica algunas teorías en humanos.
Los que se oponen de manera más férrea a las ideas de los transhumanistas sostienen que lo más que puede lograrse es una especie de Frankenstein de alta tecnología, que no solo no será humano sino que se encargara de destruirnos. De hecho, es difícil de saber si un ser al que se ha alterado genéticamente o mediante nanotecnología sigue siendo humano.
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