En el difícil equilibrio entre la seguridad y el derecho a la intimidad tras los ataques terroristas del 11-S, una vez más ha perdido el segundo. La medida se extiende no sólo a los dispositivos electrónicos sino también a cualquier otro tipo de material escrito: cuadernos, informes, incluso a un papel arrugado en el bolsillo con el ticket de la compra. Se puede aplicar a ciudadanos norteamericanos y extranjeros por igual. Los agentes podrán revisar toda la información guardada en el ordenador o móvil o cuaderno, e incluso compartirla con otras agencias estatales.
La normativa contiene algunas cautelas que deben aplicarse a la información relacionada con el trabajo, especialmente cuando los datos puedan afectar al secreto profesional -entre un abogado y su cliente o un médico y su paciente, por ejemplo-. Pero nada dice sobre los datos de carácter personal (médicos, religiosos, políticos, etcétera) que uno pueda guardar sobre sí mismo, su pareja, familia o amigos en el ordenador y que podrían ver sin límite los agentes de fronteras.
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