Es por esto que aún se está trabajando muy duro para seguir reduciendo el tamaño de las piezas electrónicas. Sin embargo, no se trata de una tarea fácil cuando estamos alcanzando dispositivos cuyo tamaño se mide a nivel atómico-molecular. Uno de los grandes problemas de los dispositivos de escala tan pequeña es proveerles energía. Así, el MIT parece haber encontrado una manera efectiva de lidiar con el problema hasta que la ciencia logre traer a la realidad las famosas nanomáquinas que se alimentan de nuestra sangre.
Los que saben algo sobre la constitución de las baterías, pueden decirnos que están hechas de un ánodo y un cátodo separados por un electrolito. Los científicos del MIT fabricaron un polímero gomoso especial para que funcione como electrolito, pero eso no es lo más interesante del proceso de construcción que idearon y están desarrollando. Lo que es realmente innovador de la estrategia que están poniendo en práctica es la construcción del ánodo, ya que usa los virus a nuestro favor.
Obviamente no estamos hablando de virus peligrosos o incluso comunes, aunque eso sería maravilloso. Nos referimos a microorganismos genéticamente modificados para recoger los materiales adecuados de unos cables ultra finos, condensarlos sobre el electrolito y así formar el ánodo. Aún faltaría construir el cátodo para esta batería, aunque los científicos involucrados en el proyecto aseguran que ya están muy cerca de completarlo. Esperamos oír pronto de esto, ya que podría volver todo mucho más simple y menos incómodo e invasivo para los pacientes que necesitan el monitoreo constante de un implante.
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